Yevheniya Virlych, redactora jefa de una de las publicaciones más conocidas de Jersón, Kavun.City, y su marido, Vladyslav Hladky, continuaron con su trabajo durante la ocupación hasta julio. Eludieron al FSB, cambiaron de domicilio y se inventaron códigos, pero al final tuvieron que abandonar su ciudad natal.
Desde el comienzo de la guerra rusa contra Ucrania, las fuerzas de ocupación han llevado a cabo la emisión forzosa de pasaportes en los territorios capturados. Este método no es nuevo: Rusia solía distribuir sus pasaportes en los lugares donde llevaba a cabo operaciones militares. Así ocurrió, por ejemplo, en Abjasia y Osetia del Sur. En 2014, ocurrió en la Crimea ocupada. Sin embargo, las autoproclamadas «República Popular de Donetsk» y «República Popular de Lugansk» no expidieron pasaportes rusos hasta 2019. Entonces el Kremlin empezó a expedir documentos mediante un sistema simplificado.
A lo largo de los años, en Ucrania, la actitud hacia la nacionalidad rusa en los territorios ocupados ha pasado de la no aceptación (por ejemplo, al principio, los guardias fronterizos ucranianos podían negar la entrada al territorio de Ucrania continental a una persona con pasaporte ruso) al reconocimiento de este proceso como forzoso. Con el comienzo de la invasión a gran escala y la expansión de la ocupación a nuevas regiones de Ucrania, resurgió en el país el debate sobre si había que aceptar o no los documentos rusos.
Los habitantes de los territorios ocupados también se enfrentan a este dilema. Algunos de ellos postergan la obtención del pasaporte ruso hasta el último momento. Las autoridades de ocupación emplean amenazas para obligar a los ucranianos a obtener documentos rusos. Suspilne cuenta qué les espera a quienes se niegan a recibir documentos rusos.
Cuando uno oye la palabra «deportación», imaginamos de inmediato a un gran número de personas obligadas por los militares a subir a vagones de carga que luego llevan a un país extranjero, a veces a miles de kilómetros de casa.
Pero durante la ocupación de los asentamientos ucranianos tras el 24 de febrero de 2022, los rusos actúan de otra manera y llaman evacuación a lo que es una deportación. Engañan a la gente diciendo que «solo serán tres días» y la intimidan afirmando que «las Fuerzas Armadas de Ucrania vendrán y os fusilarán a todos». Además, el ejército ruso dispara contra las casas y les hace la vida imposible a los residentes. De este modo, se obliga a la gente a subir a un autobús de «evacuación» o a coger su propio coche y marcharse. Aunque solo se puede «evacuar» a la gente hacia Rusia o Bielorrusia, ya que el camino hacia el territorio controlado por Ucrania está bloqueado.
Las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias y los enjuiciamientos por motivos políticos en la Crimea ocupada se han convertido en algo habitual. Esta declaración fue realizada por defensores de los derechos humanos en una sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas la semana pasada.
Antes de eso, la iniciativa local de derechos humanos Irade señaló en su informe que en Crimea continúan los secuestros por parte de las fuerzas de seguridad.
Lea en este artículo los detalles y la magnitud del problema en la península ocupada.
Contra viento y marea: El viaje de una joven de 17 años hacia la liberación
Recorrer miles de kilómetros por territorio enemigo hasta llegar a territorio ucraniano no ocupado porque la vida bajo la ocupación era insoportable: esta fue la experiencia, impropia para su edad, que Lera, de 17 años, tuvo que vivir en solitario.
Cuando las tropas rusas ocuparon Nova Kajovka, su ciudad natal, Lera solo tenía 16 años. Mientras estaba al cuidado de su abuela por ser huérfana, Lera fue una de las 500 personas menores de edad que fueron deportadas a Crimea con el pretexto de ser evacuadas. Las pocas semanas que les habían prometido pasar en un campamento cerca de Eupatoria se convirtieron en meses. Además de a unas malas condiciones de vida, los menores fueron sometidos a un adoctrinamiento ruso constante.
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