Inocencia robada: Infancia ucraniana en manos de Rusia
¿Cómo afectan a la población infantil ucraniana la ocupación y las deportaciones rusas? ¿Qué traumas les ocasionan?
Contra viento y marea: El viaje de una joven de 17 años hacia la liberación
Recorrer miles de kilómetros por territorio enemigo hasta llegar a territorio ucraniano no ocupado porque la vida bajo la ocupación era insoportable: esta fue la experiencia, impropia para su edad, que Lera, de 17 años, tuvo que vivir en solitario.
Cuando las tropas rusas ocuparon Nova Kajovka, su ciudad natal, Lera solo tenía 16 años. Mientras estaba al cuidado de su abuela por ser huérfana, Lera fue una de las 500 personas menores de edad que fueron deportadas a Crimea con el pretexto de ser evacuadas. Las pocas semanas que les habían prometido pasar en un campamento cerca de Eupatoria se convirtieron en meses. Además de a unas malas condiciones de vida, los menores fueron sometidos a un adoctrinamiento ruso constante.
Al cabo de varios meses, la abuela de Lera consiguió traerla de vuelta a casa. En aquel momento, la joven se dio cuenta de que su único deseo era escapar del territorio ocupado. Así pues, cuando cumplió 17 años, se matriculó en la carrera de medicina de una universidad ucraniana, en la modalidad virtual. Su abuela le preparó todos los documentos necesarios para poder marcharse y así fue cómo la joven emprendió un peligrosísimo viaje buscando su hogar.
Lera atravesó las ciudades ocupadas de Melitópol, Berdiansk y Mariúpol antes de llegar a Rostov (Rusia). Desde allí, viajó a Sumy (Ucrania) a través de un corredor humanitario que estuvo abierto temporalmente.
Lera comenzó sus estudios en Kiev y fue a ver a una psicóloga. A través de la terapia conoció a Olga, quien se convirtió en su nueva tutora. Sin embargo, la historia de Lera es más una excepción que una regla.
Infancia en cautividad
Según las estadísticas oficiales, unos 20 000 niños ucranianos han sido deportados a Rusia. Y estos son solo los casos registrados, la cifra real podría ser mucho mayor. Hasta la fecha, solo unos 400 de ellos han vuelto a casa, lo que significa que hay miles de jóvenes ucranianos que siguen estando en manos de sus enemigos y siendo sometidos a maltrato físico y psicológico.
La deportación, el traslado forzoso, la separación de los padres, la reubicación con una familia rusa, la ciudadanía impuesta, el adoctrinamiento político, la rusificación y la militarización son formas de erradicar por la fuerza la identidad ucraniana de estos jóvenes.
Sin embargo, la deportación no es la única dificultad a la que se enfrentan los menores ucranianos. Vivir bajo ocupación entraña en sí mismo un trauma, ya que las actividades cotidianas se rigen por un miedo e inestabilidad constantes. Actualmente se desconoce el número exacto de niños que siguen viviendo en los territorios ucranianos ocupados.
Los efectos de la ocupación y la deportación en la vida de los jóvenes
Nataliia Sosnovenko, directora del Centro de Peritaje y Metodologías en Psicología y psicóloga de la Fundación Voces de la Infancia, ha explicado a UkraineWorld las experiencias traumáticas de los menores que han vivido bajo ocupación y han sido deportados. Basándose en su trabajo con estos niños y sus familias, Sosnovenko ha arrojado luz sobre las duras condiciones que estas personas han soportado y sobre el efecto que ello ha tenido en su salud mental.
Según Nataliia, si esta experiencia es extremadamente difícil para la gente adulta, aún lo es más para la infancia, para quienes la guerra se ha convertido en parte integrante de sus vidas. Eso repercute en su salud física, emocional y mental.
Los niños de los territorios ocupados o que han sido deportados se enfrentan a diversas formas de violencia. Están expuestos a maltratos físicos, entre ellos, tortura, así como a traumas psicológicos. Esta violencia psicológica se manifiesta de diversas formas, como cuando se les coacciona para que hagan algo que les resulta desagradable.
Algunos ejemplos son el aprendizaje forzoso de la lengua rusa o la participación, bajo amenazas de castigo, en actos de promoción de la cultura y la ideología rusas. Estos niños también tienen limitada la libertad de movimiento y pasan penurias económicas, pudiendo cubrir solo parcialmente sus necesidades de alimento y de otros tipos. Es importante señalar que estos distintos tipos de violencia no son hechos aislados, sino que están íntimamente conectados entre sí.
Muchos niños son testigos directos de muertes y de actos de violencia hacia otras personas. Las familias vinculadas al ejército ucraniano son especialmente susceptibles de recibir un trato vejatorio.
Los niños de los territorios ocupados viven en continuo estado de alerta. Están bajo la amenaza constante de los bombardeos y a menudo no pueden buscar refugio a tiempo. Se les prohíbe hablar su lengua materna por miedo a posibles represalias. Ven con sus propios ojos cómo destruyen su hogar, su colegio y las infraestructuras urbanas. Son objeto de traslados forzosos, separados sus seres queridos y alejados del lugar que han conocido siempre. En esencia, son privados del entorno seguro en el que una vez transcurrió su infancia y que les permitió comunicarse y desarrollarse con normalidad.
La infancia de las zonas ocupadas experimenta importantes interrupciones en su educación. Muchos niños no pueden ir a colegios ucranianos. Los que quieren seguir recibiendo una educación ucraniana en línea tienen que hacerlo en secreto, montando aulas improvisadas en casa y cerrando bien las ventanas para no dejar salir ningún sonido que pueda revelar lo que están haciendo.
La presión para que asistan a un colegio ruso es muy fuerte. Los padres que se niegan a matricular a sus hijos en estas instituciones corren el riesgo de que les arrebaten a sus hijos. Esta coacción se ejerce también a través de los llamados «campamentos de recreo», que se promocionan como entornos más seguros para la salud de los niños. La mayoría de los padres no tienen más remedio que dejar que sus hijos vayan, ya que negarse supondría que los separaran forzosamente de ellos.
No obstante, estos «campamentos» son de todo menos recreativos. Los niños son transportados en autobuses y escoltados por personal armado y vestido con el uniforme militar. No se les permite levantarse ni hacer paradas durante el trayecto, lo que pone de relieve que la verdadera finalidad del campamento es deportarlos y adoctrinarlos.
Otra dificultad notable para estos niños es el acceso limitado o inexistente a la atención sanitaria. Con frecuencia, las ambulancias no están disponibles o no responden, lo que les dificulta buscar auxilio cuando lo necesitan. Incluso cuando la atención médica está teóricamente disponible, puede no haber suficientes médicos cualificados para prestar la ayuda necesaria.
Estas experiencias causan traumas psicológicos profundos. Muchos niños se encuentran en un estado de estrés agudo, que va manifestándose en su comportamiento a medida que intentan gestionar ese dolor tan abrumador.
Los trastornos del sueño, incluidas las pesadillas, son bastante frecuentes, al igual que un sentimiento persistente de ansiedad y de miedo por su seguridad y la de sus seres queridos. Mucha gente que presencia la muerte de otras personas experimenta sentimientos de culpa. También surgen dificultades sociales, especialmente entre los adolescentes, para quienes las relaciones entre iguales son fundamentales para su desarrollo. Estos jóvenes no suelen tener los recursos necesarios para procesar el trauma, por lo que precisan una rehabilitación completa y de alta calidad.
Retos y estrategias de la rehabilitación
Los niños que han sufrido traumas en los territorios ocupados se enfrentan a un proceso de rehabilitación complejo y largo. Nataliia señala que Ucrania actualmente carece de un procedimiento bien definido para llevar a cabo este tipo de rehabilitación. Sin embargo, basándose en la experiencia de estos jóvenes, varios especialistas han propuesto una estrategia general.
El primer paso es atender las necesidades básicas del menor, lo cual incluye un reconocimiento médico, resolver sus problemas cotidianos y ayudarle en su socialización. Es crucial reconocer que muchos niños no regresan a sus hogares de origen y necesitan ayuda para adaptarse a sus nuevos entornos vitales y educativos.
El apoyo psicológico solo puede comenzar una vez que se hayan cubierto estas necesidades básicas. Los psicólogos trabajan tanto con los jóvenes como con sus familias y los métodos se adaptan a cada caso. Este apoyo puede durar desde unos meses hasta varios años. Los terapeutas también enseñan técnicas de gestión del estrés y de concienciación emocional y conductual.
La rehabilitación tiene que abordarse de forma integral. Los especialistas deben prestar mucha atención a los detalles, ya que incluso factores aparentemente insignificantes, como la ropa o los olores, pueden evocar recuerdos traumáticos.
Para que más niños ucranianos puedan regresar a sus hogares, es necesaria una participación más activa de la comunidad internacional. Cuando quienes toman las decisiones vean las estadísticas, deben comprender que no son meros números. Cada cifra representa la vida y el futuro de un niño, una vida y un futuro que podrían perderse por la falta de acción.
Cabe señalar que el llamamiento de los psicólogos ucranianos no es una petición de ayuda económica. Se trata más bien de un llamamiento a la comunidad internacional para que desarrolle mecanismos que faciliten el retorno de los niños ucranianos a sus hogares.
Autores:
- ANASTASIIA HERASYMCHUK, redactora jefa adjunta de UkraineWorld
- NATALIIA SOSNOVENKO, Jefa del Centro de Peritaje y Metodologías en Psicología y psicóloga de la Fundación Voces de la Infancia
Original source: https://ukraineworld.org/en/articles/analysis/stolen-ukrainian-children