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Secuestros: de la novedad a la rutina. Cómo ha cambiado la práctica de las desapariciones forzadas en la Crimea ocupada

Las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias y los enjuiciamientos por motivos políticos en la Crimea ocupada se han convertido en algo habitual. Esta declaración fue realizada por defensores de los derechos humanos en una sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas la semana pasada. 

Antes de eso, la iniciativa local de derechos humanos Irade señaló en su informe que en Crimea continúan los secuestros por parte de las fuerzas de seguridad.

Lea en este artículo los detalles y la magnitud del problema en la península ocupada.

Unidades de autodefensa y grupos operativos

Durante los casi 11 años de ocupación de Crimea, el proceso de desapariciones forzadas ha sufrido varias transformaciones. En los primeros meses tras la invasión de la península por parte del ejército ruso, los secuestros tenían como objetivo limpiar el territorio ocupado de los miembros más activos de la resistencia pacífica. Más tarde, algunos fueron liberados de los sótanos y expulsados de Crimea tras sufrir graves torturas. Por otra parte, no se sabe nada del destino de algunas personas detenidas arbitrariamente, pero el cadáver de Reshat Ametov, secuestrado por la unidad de autodefensa de Crimea en aquella época, demuestra claramente cómo podía ser el desenlace de estos acontecimientos. Sin embargo, una de las peculiaridades de aquel periodo era que cada hecho de este tipo tenía una fuerte repercusión pública.

Entonces, la práctica de las desapariciones forzadas cambió significativamente. Los principales autores no eran miembros medio ebrios de las unidades de autodefensa en estaciones de tren y plazas, ni antiguos oficiales de Bérkut en los puestos de control, sino hombres desconocidos vestidos de camuflaje y con pasamontañas. Sus acciones, según testigos presenciales, siempre eran deliberadas y coordinadas. Además, solían llevarse a los secuestrados en minibuses azules con los cristales tintados. El grupo de riesgo también ha cambiado: ahora secuestran mayoritariamente a tártaros de Crimea con posibles conexiones con el bando contrario a Asad en el conflicto de Siria. Durante este periodo, no hubo finales felices. De hecho, aún no se ha encontrado a todos los secuestrados. Ese periodo terminó en 2016 con el secuestro del político tártaro de Crimea Ervin Ibrahimov, que no tenía nada que ver con los sucesos sirios. Después, los secuestros cesaron durante mucho tiempo.

Dejaron de ocultar su implicación

La nueva etapa se caracteriza por la implicación abierta de agentes del SFS en las desapariciones. En 2017 tuvo lugar un «ensayo» fallido cuando, tras un registro, las fuerzas de seguridad rusas se llevaron al activista religioso Renat Paralamov a un destino desconocido. La repercusión pública los obligó a liberar al crimeo, al que habían torturado hasta dejarlo inconsciente, a la mañana siguiente en una parada de autobús de Simferópol. No obstante, el servicio especial llevó a cabo una «corrección de errores» y, con toda probabilidad, recibió posteriormente carta blanca para secuestrar y torturar.

Por ejemplo, en marzo de 2021 fue secuestrado y torturado el periodista Vladyslav Yesypenko; en septiembre, los hermanos Akhtemov; y en abril de 2022, la periodista y defensora de los derechos humanos Iryna Danylovych. La peculiaridad de esta fase de los secuestros es el resultado previsible: tras varios días de incertidumbre, los desaparecidos aparecen en un centro de detención preventiva en un grave estado psicológico y físico grave, y se difunden a través de los medios de propaganda confesiones de arrepentimiento por haber cometido ciertos delitos. En los tribunales, los agentes del SFS explican con cinismo el desfase de fechas entre la desaparición de la víctima y la presentación de cargos afirmando que «vino y se quedó en el edificio voluntariamente durante varios días».

Víctimas de la filtración

Con el comienzo de la invasión a gran escala, empezaron a llegar a Crimea refugiados de las regiones recién ocupadas, y los agentes rusos los recibieron «amablemente» en los pasos fronterizos. Todos los hombres y la mayoría de las mujeres tenían que someterse a una serie de procedimientos denominados «filtraciones». Comprobaban el contenido de sus teléfonos, los tatuajes que tenían, sus biografías y sus conexiones con el ejército o los servicios especiales ucranianos. De quienes, por alguna razón, despertaban sospechas no se sabía nada en mucho tiempo.

La historia del analista de negocios de Jersón Ivan Kozlov, que desapareció sin dejar rastro tras permanecer detenido seis meses en el paso fronterizo de Armiansk, es uno de los numerosos ejemplos de una nueva etapa en la «evolución» de las desapariciones forzadas en Crimea. Lo más característico es que la víctima pasa mucho tiempo incomunicada en un lugar desconocido, sin asistencia legal ni contacto con sus familiares, y luego, en un momento dado, la «encuentran» y la acusan de un delito penal inventado.

Venganza por el sabotaje del ferrocarril

El día «sagrado» para los rusos, el 23 de febrero de 2023, se llevó a cabo con éxito un sabotaje contra las fuerzas de ocupación en la línea de ferrocarril del distrito de Bajchisarái. Desde entonces, la práctica de las desapariciones forzadas se ha convertido casi en una rutina debido a su uso masivo contra los crimeos. La característica principal de ese periodo era el traslado de los detenidos a un destino desconocido, a veces con una bolsa cubriéndoles la cabeza. A menudo los llevaban a un sótano, bajo amenazas de tortura, y siempre los sometían a un interrogatorio con un «detector de mentiras». A veces, no secuestraban a las personas en su casa, sino en la carretera: un inspector de la policía de tráfico ordenaba al vehículo que se detuviera y, a continuación, las fuerzas de seguridad se llevaban a la víctima al mismo sótano para un interrogatorio similar.

Una característica distintiva de ese periodo era que las fuerzas de seguridad llevaban a cabo todos los interrogatorios a los secuestrados solo para establecer su implicación en el sabotaje ferroviario. Por supuesto, quedaba descartado el derecho a la defensa de los interrogados. Según el abogado Edem Semedliaiev, a la entrada del departamento del SFS, donde fue a defender al secuestrado Rolan Osmanov, le dijeron que su cliente no necesitaba asistencia legal, ya que «no se estaban llevando a cabo diligencias contra él». Otra peculiaridad era que no se privó de libertad a la mayoría de los secuestrados después del polígrafo. Sin embargo, en algunos casos, las detenciones se efectuaban bajo acusaciones falsas, especialmente para ocultar las huellas de violencia física contra los secuestrados.

Ahora no liberan

En noviembre de 2023, la práctica de las desapariciones forzadas en Crimea volvió a experimentar cambios negativos. Ahora, como en la primavera de 2023, los agentes del SFS detienen a ciudadanos de Crimea en su casa y los llevan a un destino desconocido, pero luego no los liberan tras interrogarlos con un polígrafo. Tampoco los acusan de delitos inventados pocos días después haberlos torturado. Simplemente, los detenidos «desaparecen», y ni sus familiares ni sus abogados reciben información de las fuerzas de seguridad sobre su paradero y situación legal durante meses.

Como se señala en el informe de Irade, hace casi un año que se desconoce el paradero de los trabajadores de la construcción Farkhad Soliiev y Server Aliiev, secuestrados en Sebastopol. No se facilita información específica a los familiares de Ismail Shemshedinov, a quien el SFS llevó a un destino desconocido en enero de 2024, ni a los familiares de Choras Akimov, secuestrado tras un registro en marzo de ese mismo año. Casi no hay información sobre las tres mujeres que desaparecieron en el pueblo de Lénine en la primavera de este año, y sobre al menos dos hombres que desaparecieron en agosto de ese año en Feodosia.

Un importante reto

Es evidente que las desapariciones forzadas se han convertido en una herramienta cotidiana de las fuerzas de seguridad rusas en Crimea. Sobre todo, si se tiene en cuenta que la comunidad internacional no ha prestado atención a la cuestión de los derechos humanos en la península ocupada durante mucho tiempo. Una enérgica respuesta informativa y diplomática a cada uno de estos casos podría detener el aumento constante del número de secuestros, que se están convirtiendo en un procedimiento habitual de las fuerzas de seguridad rusas. Sin embargo, tal como está la situación en la actualidad, no podemos contar con ello.

Por tanto, los defensores de los derechos humanos y los expertos se enfrentan a un serio desafío para desarrollar estrategias innovadoras capaces de influir en la situación en el contexto de un deterioro significativo de los derechos humanos en diferentes regiones del mundo y una falta de atención a las condiciones en la Crimea ocupada.

Author:
Artem Hirieiev 

Original source: https://zmina.info/en/articles-en/abductions-from-sensation-to-routine-how-the-practice-of-enforced-disappearances-has-changed-in-the-occupied-crimea/