Testimonio de Inna, 16 años, Enerjodar - Noruega (Historias sobre la vida bajo la ocupación rusa)

Inna, de 16 años, vive en Noruega y dice que, al igual que durante la ocupación, vive en "modo supervivencia."
Son jóvenes ucranianos que han sobrevivido a la ocupación rusa. Algunos huyeron hacia territorios controlados por Ucrania o al extranjero, mientras que otros vivieron en zonas controladas por fuerzas de ocupación hasta que las zonas donde residían fueron liberadas. Gracias a ello, pueden contar su experiencia. Quienes aún viven en territorio ocupado no pueden hacerlo, porque estaría en juego su propia supervivencia y seguridad.
Según la ONG Centro de Educación Civil «Almenda», más de 615 000 niños en edad escolar viven actualmente en los territorios temporalmente ocupados. Viven en condiciones difíciles y peligrosas. Las autoridades de ocupación reclutan a muchachos ucranianos para el ejército ruso, envían a adolescentes a «campamentos militares-patrióticos» para su «reeducación» y ponen a niños en adopción a familias rusas.
Activistas de derechos humanos denuncian que, en los territorios ocupados, adolescentes y niños son capturados, intimidados, torturados y asesinados.
Hemos recopilado testimonios de adolescentes sobre su vida durante y después de la ocupación: relatos de miedos, pérdidas, esperanzas y el anhelo de vivir una vida normal.
«Quiero gritarles: “¡Hola! Yo también estoy aquí”»
Inna, 16 años, Enerjodar - Noruega
Inna (este no es su nombre real) vivió durante un año en la ciudad ocupada de Enerjodar, cerca de la central nuclear de Zaporiyia. No veía a sus amigos porque se habían marchado, no iba al colegio porque lo habían cerrado y tampoco tenía sueños ni planes especiales. Inna habla en voz baja y medita cada palabra. Cuenta lo difícil que es para los adolescentes comprender la realidad de la guerra y la ocupación. Y lo difícil que es vivir en un país extranjero, por seguro que sea. En todas partes tienes la sensación de que eres un extraño. Es difícil buscar tu lugar y no encontrarlo. Es doloroso dejar atrás tu hogar y no encontrar uno nuevo. «Pero he dejado aparcadas todas estas cuestiones existenciales», dice Inna. «Ahora solo vivo día a día».
Esta es la historia de Inna:
— Recuerdo que me desperté el 24 de febrero y leí en las redes sociales que la guerra había comenzado, aunque no le presté mucha atención. Luego, al llegar al colegio, una compañera estaba llorando porque la zona en la que vivía su abuela en Járkov estaba siendo bombardeada. Ese día nos dejaron volver a casa. Yo hago natación, así que me puse a preparar las cosas para ir a entrenar, hasta que nos dijeron que no habría entrenamiento. Eso me fastidió. Pero qué divertidos eran mis problemas de entonces. En pocos días, me di cuenta de que había problemas mucho peores, como, por ejemplo, dónde encontrar comida. Mi madre y yo solíamos hacer cola en las tiendas desde las cinco de la mañana. Hacíamos cola durante tantas horas para comprar pan o harina que los pies se me quedaban helados. Fue el invierno más frío de mi vida.
El 3 de marzo de 2022, los rusos entraron en Enerjodar. Toda la ciudad fue entonces a impedirles el paso, mis padres incluidos. Decenas de miles de habitantes de Enerjodar se congregaron formando una barrera humana frente a cientos de vehículos militares rusos. Aquello duró cinco horas, hasta que los rusos dispersaron a la gente. Mi padre trabajaba en la central nuclear de Zaporiyia y decía que el objetivo de los rusos era la central. De hecho, fueron allí inmediatamente.
Nosotros vivíamos cerca del río y la artillería rusa estaba estacionada justo al lado de casa. La ciudad de Nikopol está enfrente de Enerjodar [al otro lado del río]. Todas las noches oía los cañonazos y cómo los rusos mataban a gente.

Todos mis amigos se fueron. Me volví asocial, vivía recluida. Lo excepcional se convirtió en la norma y la psique se adaptó. Solía levantarme a las cinco de la mañana, hacía los deberes si había electricidad, iba a entrenar y luego me ponía los auriculares y salía a pasear. No sé por qué en aquel momento no me daba miedo. Había gente armada caminando por la zona. Vi cómo se llevaban a varias personas al «foso» directamente de la calle. Sabía que tenía que tener cuidado con lo que decía y a quién se lo decía porque las paredes oyen. Ahora estoy en Noruega, a miles de kilómetros de mi ciudad natal y todavía me da miedo hablar de ello.
Mis padres decidieron marcharse en julio de 2023, cuando comenzaron los registros en los apartamentos y cuando los rusos empezaron a despedir a los empleados de la central nuclear de Zaporiyia que se negaban a firmar un contrato con Rosatom. Metimos toda nuestra vida en un pequeño sedán y recorrimos ocho mil kilómetros a través de Rusia, Georgia y Turquía. No sabíamos adónde íbamos hasta que mis padres decidieron que iríamos a Noruega.
A medida que nos alejábamos, la niebla de mi cabeza se iba disipando. Era como si yo misma hubiera estado protegiéndome de toda esta información y ahora fuese capaz de ver y entender todo: la comida, el agua y la electricidad no bastan para tener una vida segura, no son suficientes para llevar una vida normal. A partir de ahí, empecé a tener ataques de histeria y crisis nerviosas.
Aún estoy adaptándome. En los primeros meses en un nuevo país se romantiza todo. Luego empieza la vida real y yo me di cuenta de que me trataban como a una persona migrante. Suelo hacerme preguntas difíciles: ¿quién soy? ¿Qué valor tengo yo como persona? Mi autoestima está por los suelos.
En Noruega he seguido con las clases de natación. Cuando llegué al club, el entrenador ni siquiera me presentó ante el resto. Es algo que no suele hacerse aquí, pero aún así me hizo sentir mal. Hay otros adolescentes que sí charlan entre sí, pero no conmigo. Quiero gritarles: «¡Hola! Yo también estoy aquí”»
Cuando me preguntan qué seré dentro de diez años, respondo que no sé qué será de mí esta noche. Hace 200 años que no hay ninguna guerra en Noruega. Por mucho que les hablemos de la guerra y la ocupación, no lo van a entender. Sin embargo, no quiero que lo entiendan. Solo quiero que se den cuenta de que estoy aquí.

Autoras:
Марія Семенченко, Інга Леві
Artículo original: https://suspilne.media/760011-the-death-friends-a-painful-experience-teenagers-stories-life-russian-occupation/