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Testimonio de Evelin Biankpin Akassi, 18 años, Donetsk - Kyiv (Historias sobre la vida bajo la ocupación rusa)

Con el inicio de la invasión a gran escala, Donetsk comenzó a ser desalojada de sus habitantes. En su lugar, llegaron muchos oficiales rusos con sus familias. Tenían dinero; lo gastaban como si fuera agua. Los precios subieron drásticamente y los habitantes locales comenzaron a vivir notablemente peor. Existía la sensación de que simplemente no se les necesitaba en su tierra natal. Ilustración de Inga Levi.

Tras 10 años viviendo entre la propaganda y las falsificaciones rusas, Evelin decidió vivir en Ucrania. Está aprendiendo a acostumbrarse a la idea de que quizá nunca vuelva a visitar su ciudad natal.

Son jóvenes ucranianos que han sobrevivido a la ocupación rusa. Algunos huyeron hacia territorios controlados por Ucrania o al extranjero, mientras que otros vivieron en zonas controladas por fuerzas de ocupación hasta que las zonas donde residían fueron liberadas. Gracias a ello, pueden contar su experiencia. Quienes aún viven en territorio ocupado no pueden hacerlo, porque estaría en juego su propia supervivencia y seguridad.

Según la ONG Centro de Educación Civil «Almenda», más de 615 000 niños en edad escolar viven actualmente en los territorios temporalmente ocupados. Viven en condiciones difíciles y peligrosas. Las autoridades de ocupación reclutan a muchachos ucranianos para el ejército ruso, envían a adolescentes a «campamentos militares-patrióticos» para su «reeducación» y ponen a niños en adopción a familias rusas.

Activistas de derechos humanos denuncian que, en los territorios ocupados, adolescentes y niños son capturados, intimidados, torturados y asesinados.

Hemos recopilado testimonios de adolescentes sobre su vida durante y después de la ocupación: relatos de miedos, pérdidas, esperanzas y el anhelo de vivir una vida normal.

«Me llevó tiempo acostumbrarme a la libertad y al hecho de estar a salvo»

Evelin Biankpin Akassi, 18 años, Donetsk - Kyiv

Evelin tiene 18 años. Nació y creció en Donetsk. Tenía ocho años cuando la ciudad fue ocupada. Hace un año, Evelin dejó Donetsk. Ahora estudia en la Universidad Nacional de Tavrida, nombrada en honor de Vernadski, que fue trasladada de la región ocupada de Crimea a Kyiv en 2015. «Como persona desplazada internamente, buscaba una universidad que también estuviera desplazada dentro del país», comenta la joven con una sonrisa. Aceptó contar su historia porque cree que puede ayudar a que otros adolescentes de los territorios ocupados se atrevan a mudarse a las zonas controladas por Ucrania. «Cuando salí de Donetsk, no sabía nada: cómo conseguir un pasaporte ucraniano, cómo entrar en la universidad, dónde iba a vivir ni qué expectativas debía tener en general. Ahora puedo decírselo a los demás: aquí todo les irá bien».

Evelin habla bien ucraniano, aunque sus lenguas maternas ​son el ruso y el francés (su padre es de Costa de Marfil). Dice que ya se ha adaptado a Kyiv y que lo más difícil fue acostumbrarse a la libertad: a poder escribir, decir y leer lo que quisiera. Además, añade que ahora siente que está donde tiene que estar.

Esta es la historia de Evelin:

— En 2014, cuando todo empezó, yo era una niña. En aquel entonces no entendía gran cosa y apenas recuerdo nada de aquella época. Sí me acuerdo de que mis caramelos de gelatina favoritos, los «Bee», dejaron de estar a la venta y que los dibujos animados en ucraniano desaparecieron de la televisión. Eso me disgustó. Mi padre no vivía con nosotros por aquel entonces y mi madre intentaba protegerme de la guerra, así que no me contaba nada. Solo me dijo que no duraría mucho. Sin embargo, pronto comprendí que nada volvería a ser como antes.

Nuestra familia siempre dio mucho valor a la educación. Teníamos una gran biblioteca en casa. Durante la ocupación, quise conocer mejor la historia de Ucrania y aprender la lengua ucraniana. Sin embargo, ya en 2016 no pude encontrar los libros necesarios en Donetsk. Sobre todo, libros de literatura clásica. Las bibliotecas no podían prestarlos ni las librerías venderlos, así que yo iba preguntando [por tales libros] a mis conocidos. Así fue como encontré Kobzar de Shevchenko y libros de Iván Frankó y Lesya Ukraínka.

Cuando todo empezó, yo estaba en tercero. Muchos niños se fueron aquel año. Desde entonces no he vuelto a ver a muchos de mis compañeros. Sospecho que les pasó algo; nuestra zona estaba siendo objeto de intensos ataques en esos momentos. Algunos de los que se habían marchado regresaron más tarde. La gente no sabía qué hacer. Nosotros, que éramos pequeños, entendíamos aún menos. En el colegio había mucha violencia. Un chico de un distrito de Donetsk llamado Kyiv fue trasladado a nuestra clase porque se la consideraba más segura. No obstante, mis compañeros le pegaron y el chico acabó en la unidad de cuidados intensivos. ¿Por qué? Porque esos chicos escucharon a los propagandistas rusos decir que en Kyiv estaba el Maidán, que había nazis, que Kyiv era algo malo. Sin embargo, el chico no venía de la ciudad de Kyiv, sino de un distrito [de Donetsk] que casualmente se llama Kyiv. ¡Un disparate! Pero así fue.

El colegio cambió inmediatamente al ruso, aunque hasta 2020 todavía teníamos una clase de lengua ucraniana cada dos semanas. La profesora impartía la clase en ruso. El alumnado la trataba muy mal. Recuerdo que en 9.º, allá por el año 2020, un compañero de clase dijo que no necesitaría el ucraniano en su vida. A continuación, empezó a volcar los pupitres y a gritar, y otros compañeros se le unieron. A la profesora le dio un ataque de nervios. Antes de 2014, el colegio era un colegio ucraniano y todo iba bien. Quizás fue la propaganda lo que nos afectó tanto.

En una ocasión, cuando me preparaba para los exámenes de Historia de Rusia, me di cuenta de que algunos hechos se contradecían. Al buscar más información en Internet, encontré algo completamente distinto de lo que nos habían dicho en la escuela. Así pues, poco a poco se fue haciendo evidente que la realidad era bien distinta a lo que nos habían contado.

«Durante la ocupación, quise conocer mejor la historia de Ucrania y aprender la lengua ucraniana. Sin embargo, en 2016 no podía encontrar los libros necesarios en Donetsk». Ilustración de Inga Levi

Yo no quería quedarme en Donetsk, así que pensé en irme a Canadá. Sin embargo, cuando comenzó la invasión a gran escala, me di cuenta de que quería vivir y estudiar en Ucrania. No fue una elección fácil. Como acabé el instituto con unas notas muy altas, me habían prometido una plaza gratuita en la Universidad Estatal de Moscú. Y aunque sabía que allí lo tendría más fácil, me negué a ir porque no era realmente lo que quería.

Entonces hablé con mi madre y le conté que estaba a favor de Ucrania y que quería irme. Mi madre me contestó que me apoyaba. Me dijo que si lograba reunir dinero suficiente para vivir y estudiar en Kyiv, no tendría problema en que me fuera. Así pues, conseguí un trabajo en un salón de belleza.

Con el comienzo de la invasión a gran escala, la población de Donetsk empezó a marcharse. Había, por ejemplo, programas para intercambiar un apartamento de Donetsk por otro en Rusia. En cambio, llegaron muchos oficiales rusos y sus familias. Tenían mucho dinero y lo derrochaban. Eso hizo que los precios subieran bruscamente y que los lugareños empezaran a vivir notablemente peor. La sensación que se tenía era la de que sobrabas en tu propia tierra natal.

Me fui atravesando Rusia, Bielorrusia y Polonia. Yo sola. Fue agotador. Me daba miedo la carretera. Me daba miedo fracasar, no hacer realidad mi sueño, no encontrar mi sitio. Que el objetivo que me había propuesto fuese tan inalcanzable que no llegase a justificar los riesgos que estaba asumiendo.

Cuando llegué a Kyiv, tomé la decisión consciente de hablar en ucraniano. Me llevó tiempo acostumbrarme a la libertad y al hecho de que ya estaba a salvo. El segundo día compré Crónica de los tiempos pasados, de Néstor el Cronista. Fue el primer libro de mi biblioteca en Kyiv.

Echo de menos Donetsk y a mi madre. Me duele pensar que quizás no vuelva nunca. A veces me escribe gente de los territorios ocupados y me preguntan cómo entré en una universidad ucraniana. Quizá alguien lea mi experiencia y decida irse a Ucrania en vez de a Rusia. Para mí es muy importante rodearme de personas que sean conscientes de la situación y que no tengan miedo de trabajar por el cambio.

Según varios activistas de derechos humanos, a partir de 2014, en las universidades de los territorios ocupados de las regiones de Donetsk y Lugansk, los servicios especiales rusos citaban al alumnado para que se presentaran en el rectorado con el objetivo de «conversar» y revisarles sus redes sociales. En el despacho había individuos armados y se les amenazaba. Ilustración de Inga Levi

Autoras:
Maria Semenchenko, Inga Levi

Artículo original: https://suspilne.media/760011-the-death-friends-a-painful-experience-teenagers-stories-life-russian-occupation/

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