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Testimonio de Vitalii, 16 años, localidad de Kiselivka, región de Jersón (Historias sobre la vida bajo la ocupación rusa)

Con el inicio de la invasión a gran escala, Donetsk comenzó a ser desalojada de sus habitantes. En su lugar, llegaron muchos oficiales rusos con sus familias. Tenían dinero; lo gastaban como si fuera agua. Los precios subieron drásticamente y los habitantes locales comenzaron a vivir notablemente peor. Existía la sensación de que simplemente no se les necesitaba en su tierra natal. Ilustración de Inga Levi.

Vitalii, de 16 años, sobrevivió a la ocupación en la región de Jersón y comenta que no tiene planes ni sueños especiales. Porque el mañana podría no llegar. Se dio cuenta de esto en el pozo con entrañas de cerdo donde lo arrojaron los rusos.

Son jóvenes ucranianos que han sobrevivido a la ocupación rusa. Algunos huyeron hacia territorios controlados por Ucrania o al extranjero, mientras que otros vivieron en zonas controladas por fuerzas de ocupación hasta que las zonas donde residían fueron liberadas. Gracias a ello, pueden contar su experiencia. Quienes aún viven en territorio ocupado no pueden hacerlo, porque estaría en juego su propia supervivencia y seguridad.

Según la ONG Centro de Educación Civil «Almenda», más de 615 000 niños en edad escolar viven actualmente en los territorios temporalmente ocupados. Viven en condiciones difíciles y peligrosas. Las autoridades de ocupación reclutan a muchachos ucranianos para el ejército ruso, envían a adolescentes a «campamentos militares-patrióticos» para su «reeducación» y ponen a niños en adopción a familias rusas.

Activistas de derechos humanos denuncian que, en los territorios ocupados, adolescentes y niños son capturados, intimidados, torturados y asesinados.

Hemos recopilado testimonios de adolescentes sobre su vida durante y después de la ocupación: relatos de miedos, pérdidas, esperanzas y el anhelo de vivir una vida normal.

«No tengo nada especial planeado en este momento»

Vitalii, 16 años, localidad de Kiselivka, región de Jersón

La localidad de Kiselivka, no muy lejos de Jersón, fue ocupada por los rusos al comienzo de la invasión a gran escala. Sus habitantes recuerdan que [los rusos] solían enfrentarse a tiros entre ellos cuando no estaban de acuerdo con el reparto del botín. Vitalii, sus padres y sus dos hermanos menores pasaron ocho meses bajo la ocupación, hasta que el 10 de noviembre de 2022, el ejército ucraniano liberó el pueblo. Poco antes, en septiembre, Vitalii estuvo 10 días en cautiverio. El joven nos cuenta su experiencia de forma escueta y con cierta desconfianza.

Esta es la historia de Vitalii:

— El 10 de septiembre de 2022, mi tío y yo salimos a dar un paseo. Fuera del pueblo había vehículos militares quemados. Mi tío se detuvo para enviar un mensaje de texto o llamar a alguien. En ese momento pasaba un vehículo militar ruso. Cuatro personas vestidas con uniforme militar salieron del vehículo. Nos pararon y nos empezaron a registrar el móvil y a preguntarnos que para quién estábamos filmando el equipamiento militar, que a quién pensábamos enviar la información sobre sus posiciones. Finalmente, nos llevaron al «foso».

Era un foso de verdad, cerca de una gasolinera. Dentro había entrañas, creo que eran intestinos de cerdo. Nos tuvieron allí dos horas. Decían que iban a dispararnos, que lanzarían una granada al foso. Fue aterrador. Luego nos ataron las manos con bridas de plástico, nos vendaron los ojos, nos pusieron bolsas en la cabeza y nos llevaron a un sótano, a una celda. Permanecimos allí una hora y luego nos separaron.

No sé adónde llevaron a mi tío, pero a mí me llevaron a una celda donde ya había 15 personas. Parecía una especie de cuarto de baño: todo estaba alicatado y había un desagüe en una esquina. Había unas cuantas sillas y algo similar a una cama hecha de tablas. Yo era el más joven de todos. La persona de más edad tenía 60 años y había luchado en la Operación Antiterrorista. En aquel momento, yo solo pensaba en que me liberaran.

No me pegaron, pero sí me sometieron a interrogatorios. A mí tío le pegaron. A otros prisioneros también. Durante los primeros cuatro días no me dieron de comer, los otros prisioneros me daban algo de comida. Tampoco nos dejaron salir a caminar. A los seis días me trasladaron a otra sala, en la que había un hombre al que habían detenido por tener un rifle de caza en casa. Allí estuve otros cuatro días.

El 21 de septiembre de 2022, vinieron por mí y me dijeron que me fuera. A mi tío, al hombre que estaba conmigo en la celda y a mí nos sacaron de allí y nos dejaron cerca de la estación de Jersón. Luego supe que habíamos estado retenidos en el edificio del Tribunal de Apelación de Jersón. Sé que a mi tío le pegaron, pero él no me contó nada más sobre le pasó allí.

Cuando volví al pueblo, dejé de salir a pasear y hasta de ir a la tienda. Empecé a salir cuando nuestro [ejército] liberó el pueblo. Ahora tenemos paz, ya no nos bombardean. ¿Con qué sueño? Con nada. No tengo nada especial planeado. Solo Dios sabe qué me deparará el futuro.

«Cuatro personas vestidas con uniforme militar nos llevaron al “foso”. Decían que iban a dispararnos, que lanzarían una granada al foso. Fue aterrador. Luego nos ataron las manos con bridas de plástico, nos vendaron los ojos, nos pusieron bolsas en la cabeza y nos llevaron a un sótano, a una celda». Ilustración de Inga Levi

Autoras:
Марія Семенченко, Інга Леві

Original source: https://suspilne.media/760011-the-death-friends-a-painful-experience-teenagers-stories-life-russian-occupation/

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